El paso de Thomas Edgar por la Liga Argentina: “Ha sido uno de los años más felices de mi carrera”

by Sergio Lopez
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La frutilla del postre, claro está, sería el título con Personal Bolívar. Sin embargo, todavía con la serie final ante UPCN completamente abierta, Thomas Edgar ya califica a esta experiencia en la Liga Argentina como plenamente positiva. El australiano, en pleno desarrollo de los partidos en San Carlos de Bolívar, se prendió a repasar estos meses en el país, mano a mano con Somos Vóley.

Impresionan los 2,12 metros de una de las nuevas estrellas de Bolívar, de este Bolívar que quiere volver a ser campeón y, por eso, buscó al tipo que tiene el record de goleo en un partido oficial FIVB: 50 puntos en la Copa del Mundo 2015, en Japón. Sin embargo, y más cuando descubre que la nota viene en inglés, la distensión le aflora en forma de sonrisa a Edgar y comienza el repaso, desde el principio de esta aventura.

– ¿Cómo se dio tu incorporación a Bolívar? ¿Cómo fue el primer contacto?
– Estaba con la Selección, en Italia, en preparación para el clasificatorio olímpico. Era mayo del año pasado. Ahí me llegó, a través de mi manager, que Javier (Weber) estaba muy interesado en hablar conmigo para la próxima temporada. En esa época todavía tenía algunas ofertas de Asia, de Europa, había algo en Turquía… Pero tuve una charla con Javier, por Skype, y me resultó muy interesante lo que me dijo. No sólo lo que tenía en mente para el equipo para esta temporada, con Mundial de Clubes y Sudamericano de Clubes, sino que también me habló de cómo podía ayudarme a mí, que no sólo iba a dedicarme a jugar sino que quería ayudarme a crecer. Me gustó mucho esa forma de trabajar, y como lo que había visto de Sudamérica las cuatro o cinco veces que vine con la Selección lo había disfrutado mucho, elegí Bolívar.

– ¿Tenías referencias de la Liga Argentina?
– Conocía algunos extranjeros que habían estado recientemente, como (Nikolay) Uchikov, o algunos de Bolívar de etapas anteriores, como Giba o (Ángel) Dennis. No sabía mucho más específicamente de la Liga, pero sí sabía mucho de Javier. Siempre escuche cosas buenas de él como entrenador, cosas como que se enfocaba mucho en los jugadores y que era muy bueno para ayudarlos a crecer técnicamente, adentro y afuera de la cancha. En el ambiente del vóley se habla mucho sobre los entrenadores o las diferentes ligas; sabía entonces que Argentina iba a ser una liga diferente para mí respecto de Asia o Europa, por el hecho de que los jugadores no son tan altos y juegan otro tipo de vóley, más técnico.

– ¿Cómo fue tu llegada al país?
– La verdad, fue un poco un shock el cambio con el sistema asiático. Allá esperan de vos que ataques un montón de pelotas en cada partido, es una especie de extranjero contra extranjero. Acá definitivamente me encontré mejor rodeado en el equipo, con una base sólida que se enfoca en la recepción, en la defensa, en la técnica. Se trabaja mucho acá en ese sentido. Además, la cultura del equipo en sí es muy diferente. En Asia, el extranjero está separado del resto del equipo, te juntás para jugar y listo. Se parece más a un trabajo. En cambio, acá tenés tiempo afuera de la cancha con los jugadores, hay más interacción y eso hace mucho más fácil la adaptación.

– Hablaste de adaptación en el grupo. ¿Cómo fue eso pero en lo deportivo?
– Por ejemplo, uno de los equipos que más me costó fue nuestro rival de semifinales, Lomas. Hasta la semi, no había jugado bien contra ellos. Siempre hicieron una planificación muy buena respecto de mi juego y me defendieron muchísimo… Con ellos fue cuando más tuve que ajustar mi juego, que no fuera solamente pegarle con todo a la pelota sino también cambiar el ritmo, encontrar diferentes soluciones en los diferentes momentos. Fue muy importante para mí poder lograr eso. Definitivamente me llevó a pensar de otra manera en cómo hacer el punto, y eso te hace crecer como jugador en todos los fundamentos, ya que no se trata sólo de ataque y potencia.

– ¿Y la vida en Argentina? ¿La gente?
– Yo vengo de una ciudad pequeña en Australia (N. de la R.: Bundaberg, de unos 70 mil habitantes), así que Bolívar es algo similar. Sos parte de una comunidad muy cercana: vas al supermercado y alguien habla del partido, o te cae un “buena suerte cuando vayan a San Juan la semana próxima”. Todos están muy involucrados con lo que pasa con el equipo, con mucha pasión, y se siente bárbaro. En las grandes ciudades te perdés un poco, con montones de personas y sin gran interacción con ellas, mientras que acá vas a la misma carnicería y tenés la charla sobre el partido, sobre cómo le va al equipo, cómo anda su familia. Y en el equipo lo mismo, con los hijos de los jugadores, las esposas. Hace que el grupo se sienta más que un equipo, casi como una familia. Eso me recuerda un poco a Australia, la forma de ser de la gente: muy relajados y con mucha calidez.

Un detalle: términos como “San Juan” o “carnicería” salen en español de la boca de Edgar. Y con buena pronunciación, incluso con el timbre característico de los australianos. Él se ríe mientras la charla deriva en el idioma y en las costumbres argentinas, matizada con alguna interrupción de los fans de Bolívar que se pasean por el Complejo Domeño.

– ¿Qué te pareció el ritmo de vida de Argentina en general y de Bolívar en particular?
– Disfruto mucho la cultura de acá, como te dije antes, es todo muy relajado. Con el idioma me manejé bien, tengo una profesora y hablo italiano, así que me pude adaptar rápido. Y después, no sólo la siesta, sino también la comida que es excelente, o el sol… Es la primera vez que me toca jugar en verano en diez años. Acá no salís en temperaturas bajo cero y repleto de ropa, y hasta tenés tiempo libre para estar afuera. Argentina también me resultó genial en un detalle: es la primera vez que puedo estar en mi casa para las Fiestas. Quizás para muchos no es la gran cosa, pero el hecho de tener un parate en el medio de la temporada y poder descansar física y mentalmente por un par de semanas para mí es estupendo.

– Encima venías de China…
– Sí. Empecé mi carrera en Suecia, por dos años, después me fui a Polonia, Italia por dos temporadas, Corea del Sur por dos temporadas, y la de China que fue mi experiencia anterior. Todas ligas de invierno, como te decía (risas).

– ¿Volverías a Argentina, entonces? ¿Qué viene para vos en los próximos meses?
– Este año decidí tener un poco de tiempo libre, me voy a tomar un descanso de la Selección nacional, creo que es un buen año para hacerlo. Estuve jugando diez años de corrido y te quita mucho estar jugando los doce meses, pasando del club a la Selección y así. Está bueno poder parar y estar con la familia. Y en lo profesional, tengo mucho que pensar. La pasé muy bien en esta temporada aquí, y con Javier ya hemos hablado de las posibilidades del año que viene. Realmente creo en este proyecto y en lo que se está tratando de construir: un equipo que no sólo busca ser dominante en Argentina, sino en Sudamérica y ojalá a nivel mundial. A la hora de tomar este tipo de decisiones, me gusta dar un paso atrás y evaluarlo bien, buscar la mejor opción, pero definitivamente este año en Argentina ha sido uno de los más felices de mi carrera profesional. La puerta está cien por ciento abierta para volver.

– ¿El resultado de la final tendrá algo que ver con eso?
– Sí y no. Siempre pienso en ganar la final y por eso también no hemos discutido contratos hasta ahora, para que el foco esté en eso. Pero, si bien salir campeón traería muchas cosas buenas, mi principal prioridad no pasa por el futuro, sino por ganar la serie. Es que veo en el equipo, en el cuerpo técnico, en el público, en la ciudad entera, que hay muchas ganas de ganar. Quieren tanto ser campeones acá, que sería excelente poder ayudar a la ciudad a celebrarlo.

Foto de portada: Gentileza DHO Fotografía

Sergio López
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