Historias de ADN en el deporte: el linaje en el vóley y beach volley nacional

by Eugenia Candal
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El vóley y el beach volley argentinos suman historias de las más variadas, interesantes, deliciosas y emocionantes. Algunas retumban más que otras, pero todas cuentan con algún ingrediente colorido. Pero sobre todo el sello familiar recorre las venas de nuestro deporte. La transferencia. ¿El ADN? Tal puede ser el caso de la familia Blanco, Santiago hijo por un lado, Adrián padre por el otro, ambos en el mismo camino, el de la pasión por el vóley, la arena, los kilómetros y los torneos. La 4° Etapa del Circuito Argentino en Rada Tilly, provincia de Chubut, fue un capítulo más de esa historia.

Justamente ese maravilloso balneario patagónico de bajamares y pleamares, ubicado a 1800 kilómetros desde la Capital Federal y que se ha convertido con esfuerzo en una parada habitual del Circuito Argentino, fue escenario en su primera edición nacional, allá por 2014, de la histórica (sí, histórica) final femenina entre dos hermanas (las mendocinas Flor y Michella Di Cesare)  frente a Verónica Azcona-Geraldine Scheffer, madre e hija. Increíble.

Podemos consignar muchos antecedentes de padres e hijos jugando juntos. En piso, cientos. Por supuesto que el más emblemático será por mucho tiempo el de Hugo y Facundo Conte en GEBA, en el ascenso del equipo dirigido por Waldo Kantor que tuvo a Nico Uriarte como armador. La A2 de Argentina parece un terreno propicio para ejemplos de este calibre. En el 2016 Javier Dantas, ex central de Gigantes del Sur, se dio el gusto de jugar junto a Joel, su hijo, en Neuquén Vóley. “Es lo más lindo q me pudo pasar. Soñé con ese momento”.

Padres entrenadores, hijos jugadores, se multiplican: Hugo dirgió a Facundo Conte en Catania, Guillermo a Santiago Orduna en la Selección como asistente, “Chato” a Daniel y Gabriela iglesias en Caleta Olivia, Rodolfo “Yeyo” a Nicolás y Matías Sánchez en Obras de San Juan, Carlos a Paul y Mariano Muro en Jujuy, Mario a Alejo Gallego en San Lorenzo; el multicampeón Marcelo (antes de hacer historia) hizo debutar a Nicolás Méndez en Son Amar Palma en España, Daniel «Nito» condujo a Rodrigo y Gonzalo Quiroga.

Hoy, en menor escala, los casos de Belgrano de Don Torcuato (GBEL), con padre (Edgardo) y tres hijos (Lucas, Cristian, Gustavo), o Paracao de Entre Ríos, padre Guillermo Escanés e hijo Santiago, tienen algún costado similar, como el de Roberto y Bautista Alós, padre e hijo en Banco Hispano, una fórmula que se repite en la historia. Los Ambrosini pueden levantar la mano: Jugadoras, entrenadores, manager, familia y linaje de vóley en Rivadavia de Villa María. Por eso cada detalle es especial.

Pero aquí nos convoca la última parada en Rada Tilly, en la que Adrián padre y Santiago hijo jugaron juntos nuevamente, reafirmando una locura que lleva años: “Jugar con mi viejo es algo especial, creo que a todos los que tienen la oportunidad les pasaría lo mismo. Él fue quien me llevó a todos lados desde chiquito y tener la oportunidad de jugar con él, sea donde fuera, tiene un valor único. Más allá de las puteadas, siempre hubo una conexión bárbara”, cuenta Santiago.

Fue Adrián (58), claro, quien inició a Santiago (26), casi por contagio. “Lo veía siempre jugar en Mar del Plata, en Mogotes, era una fiesta. Después en Varese, armaba la cancha todos los días y yo lo miraba de afuera hasta que cumplí 14. Ahí me empezaron a involucrar en los famosos side-out. Jugué mi primera “Qualy” en el 24 de Mogotes con Facundo Daló (de MDQ) y le ganamos el primer partido al ‘Flaqui’ García y al ‘Gordo’ Gáspari, no me lo olvido más. Obvio que luego no pasamos la ‘Qualy’”.

Patrem et Filium / Mater et filia

Verónica Azcona puede ser un caso exponencial en esta cadena. Junto a Sheraldine fueron la relación Padre/Madre-Hijo/Hija que más lejos llegó en el Circuito Argentino, con la final de Rada Tilly 2014. “Es como completar un ciclo de vida. Ella empezó su vida dentro de mi panza, en los Panamericanos del 95 ya estaba ahí, y jugar con ella fue dejarle un lugar, mantener nuestra familia en cancha o algo así. Además de que es un orgullo que esté jugando Liga a los 20 años”, cuenta mamá Vero. No puede evitar el recuerdo: “La final de Rada Tilly fue una gran tristeza, porque veníamos con todo para ganar y su rodilla  no nos dejó. Pero fue el mejor nivel que alcanzamos jugando juntas”, se emociona. Luego tuvieron otra experiencia Bolivia, en piso. (Ver nota…)

Sebastián Quiroga sacó a la cancha a un medallista olímpico y mundial, su papá Raúl. Pero fue más una casualidad: “Creo que fue el primer torneo de Argentinos Juniors”, recuerda. “O uno de los primeros. Yo no conseguía dupla para ir, ya me había anotado, y la noche anterior le dije a mi viejo que me hiciera la segunda. No quería saber de nada él, pero lo convencí. Estuvo bueno, a pesar de que no se podía mover mucho, pero ya me lo había dicho de antemano. Es muy lindo compartir cancha con él, pero muy difícil para nosotros jugar a media máquina, o sabiendo que no llegamos al nivel que pretendemos”.

Otro medallista, Esteban “Mono” Martínez jugó con Jan, un loco que desde los 6 años no paró de jugar y jugar en las playas de todo el mundo. José Sancer con Santiago (FOTO) y Ramiro, el más chico, en Tunuyán, San Carlos y Chile. Sebastián Nicolini (mayo de 4 hermanos) salió a la cancha con Catriel, su hijo y alguna vez con Maite, su hija. Pero la familia Nicolini es un caso especial, con 10 combinaciones diferentes que ya analizaremos más adelante desde la base de cuatro hermanos, Ezequiel, Sebastián, Mauro y Damián.

En la mayor cantidad de casos fueron torneos locales, canchas cercanas, destinos accesibles. Adrián y Santiago se animaron a los 1800 kilómetros y al Circuito Argentino. Algunos con su sello pudieron darse gustos, como el medallista olímpico (YOG 2014) Leandro Aveiro de Tunuyán que en Weelwright, Santa Fe, se subió al podio con su papá Gustavo. O Joel León, ganador de etapas nacionales, que pudo jugar con papá Miguel algún torneo entrerriano.

Santiago avanza para definir a su viejo, sin dudas un apasionado que supo armar proyectos como el de Bomberos de La Matanza (allí tenía a sus hijos tomando estadísticas) y también la canchita de beach que hoy tiene Argentinos Juniors. “Que presión”, dice Santiago. Pero la sortea: “Es un tipo con un carácter jodido pero muy pocas veces incoherente. Muy frontal y pasional, ni hablar de su mentalidad ganadora que lo lleva muchas veces a lograr cosas que ni él se hubiera imaginado. En pocas palabras… un crack para mí”.

Resulta impactante escuchar a Santiago, quien logró títulos metropolitanos y algún nacional con Club de Amigos (aquel Club de Amigos, sí) desde inferiores, decir que tiene todos sus sueños cumplidos con papá. Y que  seguramente le falten un par más en esta vida. “En lo voleibolístico dimos que hablar en varias ocasiones, todo se lo debo a él. Creo que nunca hubiera pensado en jugar al vóley si no hubiese sido en gran parte por su imagen y también por la de mi madre, profesora de Educación Física. Pero papá siempre tuvo las palabras justas en los momentos justos”.

Como dupla, la familia Blanco logró algunos triunfos, el más inolvidable frente a Fabio “Asado” Pérez y Sebastián “Zapallo” Sáchez en La Florida, un torneo local en Rosario. Cuando Santiago jugó un Sudamericano junto a Fernando Siri (casi un prócer del beach), papá Adrián fue el entrenador. En su balance, la cuenta da muy fácil. Ya jugar con mi viejo es como haber salido campeón”.

Martín De Rose

 

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