#SVHistorias Las familias Pereyra y Capogrosso, con lazos que van de la arena al piso

by Sergio Lopez
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El vóley argentino entrega historias familiares a cada paso, las mezcla, las vincula, las potencia. Como esa repetición increíble e inédita de nombres entre los Juegos Olímpicos de Seúl 1988 y los de Londres 2012 con 4 apellidos incluidos (Conte, Uriarte, Castellani y Quiroga, 3 hijos y 1 sobrino), esta transferencia de sangre se repite y multiplica.

Dos Meana fueron líberos de Selección (Pablo y Martín), dos hermanos Quiroga jugaron en la Selección (Rodrigo y Gonzalo), dos hijos Martínez hicieron historia en el vóley (Jan, campeón del mundo Sub 23 y medalla de oro panamericana y Morena, olímpica en Río 2016), un padre Orduna fue entrenador asistente de su hijo Santiago en la Selección Masculina, y así mucho más, hasta llegar también a Marcelo Méndez dirigiendo a su hijo Nicolás en la Selección, en esta temporada.

Los Juegos Panamericanos entregaron, además, algunas historias más que interesantes. Fernanda Pereyra, que logró una fenomenal medalla de plata en Lima 2019 con sólo 1 año y medio de beach junto a Ana Gallay, festejó casi una semana antes de Federico, de merecida vuelta a la Selección, que logró la clasificación a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 casi un año antes de la máxima cita deportiva, un hecho sin antecedentes en Argentina.

“La medalla es una recompensa. El objetivo siempre fue esta medalla. Estoy orgullosa. Con mis padres vimos el partido de la clasificación en China de la Selección. Ellos nos apoyaron siempre para que hagamos deporte”, cuenta Fernanda, “por eso tanta felicidad”.

“Fue una alegría inmensa ver a Fernanda con su medalla. Estoy feliz por ella, porque se lo merece. Siempre quiso estar ahí y no se le dio en el piso, sí en la arena. Para mis viejos fue algo único y emocionante. Ahora el sueño es que pueda llegar a Tokio”, cuenta Federico desde Toulouse, Francia, sede de su próxima temporada de clubes.

El opuesto que retornó a la Selección de la mano de Marcelo Méndez concluyó: “Haber vuelto en este año tan importante me hace muy feliz. Pasé por muchos momentos malos, que llegaron todos juntos; ahora llegaron los buenos.”

Nicolás Capogrosso sigue disfrutando su medalla de bronce conseguida en Lima, sueña con los Juegos Olímpicos pero, ahora, su prioridad cuando no entrena es cruzar el mundo con sus expectativas para ver la actuación de su hermano Tomás con la Selección Argentina Sub 19 en el Mundial de Túnez.

Los dos podrán decir que en el 2019 jugaron un Mundial para Argentina, porque Nico junto a Julián Azaad participaron del Mundial de Beach Hamburgo 2019.

“Gracias a mi hermano mayor me puse a jugar voleibol. Quería seguir sus pasos”, cuenta Tomás, de 16 años, jugador de Sonder (Son de Rosario). “Tenía siete años cuando comenzó mi pasión por el vóley. Admiraba a mi hermano y quería ser como él más que nada en el mundo” dice Tomás. Nicolás, por entonces, era armador de la Selección Argentina en categorías de base.

Nico no se queda atrás: “Verlo ahí me genera emoción porque desde chico deja todo por el vóley. Él también es mi pequeño ídolo en la vida, es una gran persona, lo quiere todo el mundo. Es un orgullo el hermano que tengo, que esté ahí, que nos represente”.

Las historias se cruzan, se continúan, permanecen y emocionan. Puro vóley porque en el fondo y pase lo que pase, Somos Vóley.

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