Una vida en azul y oro: La historia de pasión de Mariángeles Cossar

by Sergio Lopez
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Mariángeles Cossar sonríe. Parece radiante, y no porque acaba de terminar el entrenamiento de una calurosa mañana de diciembre. Tiene que ver con que la enésima invitación a charlar con Somos Vóley es diferente a las anteriores. Sabe “Chuchu”, una de las jugadoras símbolo del equipo de vóley femenino de Boca Juniors, que el diálogo que está por comenzar girará alrededor de dos de las cosas que más quiere en este mundo: su deporte y su club.

No son muchos los jugadores que, en el alto rendimiento nacional (es decir, jugando el torneo más importante de su región y también la Liga Argentina), hayan vestido una única camiseta a lo largo de su carrera. En ese grupo, ya selecto de por sí, Cossar tiene además un enorme palmarés de títulos y un arraigo tan indiscutible como evidente por su club. Una trilogía de condiciones que convergen en una historia única.

Nacida en 1990 en Tortugas, provincia de Santa Fe, conoció el vóley en su ciudad natal, cuando llegó desde Cañada de Gómez un entrenador llamado Marcelo Oliva. “Me encantaba hacer deporte en general; en el pueblo las chicas hacíamos gimnasia artística, pero yo también me juntaba a jugar al fútbol con los chicos”, narra y luego integra a su hermana Romina a la historia: “Cuando empezó el vóley allá, ella quiso ir, yo la seguí y enseguida me encantó. Jugué desde los 7 hasta los 15 en Tortugas”.

Y fue su lugar de formación, el Club Atlético Unión Tortugas, desde donde llegó para quedarse a Boca, también siguiendo los pasos de su hermana mayor. El primer contacto fue en 2002: “Cuando Romina vino a Boca, yo tenía 12 años. Venía a visitarla en las vacaciones de invierno todos los años y, como estaba aburrida, me invitaban a entrenar en inferiores, como para pasar el tiempo. Cuando tenía 14, entrené con el plantel de primera en una semana en que eran pocas, y ése fue el último año que vine de visita. Al verano siguiente, llamaron a mi familia y le dijeron que me querían acá.”

“Ni lo dudé”, asegura Cossar, que se declara “fanática de Boca desde siempre” y que se lo atribuye a su padrino y un primo hermano. “Siempre los acompañaba a los bares a ver los partidos. Tengo fotos de haber venido de visita a Buenos Aires y conocer la Bombonera”, profundiza, como para terminar de dimensionar lo que significó para aquella quinceañera aquel llamado porteño: “Cuando uno de chico hace un deporte que no es el fútbol, piensa más que nada en la Selección. No en jugar en el club del que sos hincha, porque por ahí no tiene relación con el deporte que vos practicás. Esta oportunidad era más de lo que imaginaba.”

Años después, ella todavía recuerda las sensaciones de aquel primer día: “Estaba en el mejor lugar del mundo. Era feliz solamente con poder caminar por la Bombonera, estar en el club, ponerme la camiseta… La mitad de mi vida es Boca; al día de hoy sigue siendo así”. Quizás actualmente hasta es más de la mitad, porque además de hacerlo en su deporte, se viste de azul y oro para seguir la campaña del fútbol y eso también le imprimió un rumbo a su vida. “Ser de Boca me dio un montón de amigos. El vóley me dio muchas amistades, pero ir a la cancha los domingos me permitió conocer a un montón de personas que hoy en día son muy importantes, para los que soy su amiga más allá de ser jugadora de Boca; se acercaron porque tienen la misma pasión que yo. No es mucha la gente que me reconoce en la cancha, pero cuando pasa me hacen ver que valoran ese sentimiento, la forma en que defiendo la camiseta. Me gusta que se queden más con cómo soy como persona y cómo represento al club que con cómo juego al vóley”, cuenta.

Ahí es cuando la Chuchu, hablando de cómo vive el representar al club de sus amores, se ve obligada a admitir: “El fanatismo es un valor agregado, pero a la vez es un punto en contra. Sufro mucho las derrotas, porque tengo la camiseta de Boca puesta y es una responsabilidad muy grande. Yo soy así naturalmente, tengo cierta garra que me caracteriza a la hora de jugar, pero la identificación hace que todo sea todavía más especial.”

Cossar lleva más de una década de cosecha de títulos (Inferiores, División de Honor, Liga Femenina y hasta la posibilidad de jugar un Sudamericano) con la camiseta xeneize, currículum que la convierte en una de las referentes de Las Guerreras, este equipo de Boca que ejerce un dominio sostenido en el vóley metropolitano y es el más ganador de la Liga Femenina. “Boca es un club que siempre tiene como objetivo salir campeón. Es así. Por más trillado que suene, esto es Boca y estamos acá para ganar. Todas tenemos esa motivación por la cual dejamos cosas de lado, hacemos sacrificios, entrenamos siempre para eso. A mí quizás me marca más el sentimiento y la responsabilidad de estar hace mucho, pero todas lo vivimos así. Queremos ganar continuamente y no nos conformamos con un segundo puesto.”

Finalmente. La frase que en algún punto siempre se le escucha al hincha: “Esto es Boca”. ¿Qué es Boca? Contesta: “Es un sentimiento muy grande, algo difícil de explicar, pero que te genera una pasión enorme. El fútbol en general se vive con mucha pasión en el país, pero yo siento que el hincha de Boca es único, es especial. Tiene algo que no veo en otros hinchas. Yo tengo que cuidarme porque represento al club en mi deporte, pero veo que desde el sentimiento el hincha hace lo que sea. Para la primera final de la Copa Libertadores, el día del partido suspendido, estuve 10 horas en la cancha abajo de la lluvia, empapada y feliz. He ido lesionada a ver partidos. Conocí gente que comparte lo mismo que yo y sé que eso va a durar toda la vida.”

Así, adquiere más significado el Premio Jorge Newbery que recibió en este 2018, porque le llegó justamente por sus logros en el vóley con la camiseta de Boca. Sin embargo, la punta receptora expresa: “El premio fue un mimo. Prefiero mil veces salir campeona que un reconocimiento individual, pero sí está bueno para saber que todo vale la pena. Reafirma que el trabajo no es en vano, que se puede ver, y hubiese estado igual de contenta si lo ganaba Anahí (Tosi), que también estaba ternada, porque forma parte de que el vóley de Boca sea más visible y vaya ganando más lugar.”

A la hora de trazar deudas pendientes, la respuesta se bifurca. “Todo lo que venga con el vóley es un regalo”, arranca y desarrolla: “A nivel club, me gustaría que Boca como institución tenga siempre presente dos cosas: que el hincha se sienta representado, porque Boca es su gente, y que sea un club que le dé la misma importancia a todos los deportes, porque es un club atlético. Sé que es algo utópico en un país en el que el fútbol domina todo, pero en los deportes amateur hay deportistas que se rompen el lomo todo el tiempo y ojalá puedan tener el reconocimiento que se merecen. Es importante que el club más grande de Argentina eleve su nivel en eso, porque va a generar que otros también lo hagan.”

¿Y después? “Nunca me puse a analizar eso, aunque el retiro ya debería pensarlo”, dice entre risas. “Si lo pienso, me encantaría estar ligada a Boca de por vida. Me siento muy identificada y es un club hermoso, maravilloso, pero son cosas para otro momento y si se dan, mejor. Si no, seguiré viniendo igual, acercándome lo más que pueda.”

Eso, sin embargo, es para un capítulo que todavía no se empezó a escribir. La historia de amor entre la Chuchu y Boca todavía tiene temporadas de juego por delante: “Estoy muy cómoda en el club. He tenido oportunidades de ir a jugar afuera y por distintas razones no lo hice, y en Argentina no podría jugar en otro lado. Estoy muy identificada. A menos que pase algo muy raro, que el club no quiera contar más conmigo por algún motivo, si es por mí terminaría mi carrera en Boca. Soy feliz, es un sueño cumplido.”

Sergio López
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