Santa Fe: entre la incertidumbre y la creatividad para suavizar el impacto económico

by Rocio Garcia
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Está claro. Los clubes, como la humanidad entera, no estaban preparados para hacerle frente a una pandemia que ya afectó a más de 6 millones de personas. Sin embargo, en Santa Fe, hay cosas contra las que el coronavirus (COVID-19) no puede: el amor de los clubes para estar cerca de los chicos a pesar del aislamiento, el ingenio para tratar de tapar las grietas generadas por la crisis económica y el profundo deseo de que el vóley vuelva, por más protocolos que haya que cumplir.

El camino para que las puertas de las instituciones se puedan abrir y estén habilitadas para reanudar la actividad es burocrático. Al margen de que la condición fundamental es que la situación epidemiológica acompañe, la Federación Santafesina de Voleibol ya dio el primer paso y presentó a principios de mayo un protocolo ante el Ministerio de Salud y la Secretaría de Deportes de su provincia. Pero además, cada municipio y cada club tienen su listado de pautas a la espera de una confirmación para ponerlo en marcha.

“Las ganas que uno tiene de comenzar hacen que por ahí no sea tan objetivo, pero se está de acuerdo con todos los protocolos. El tema es que la provincia hace un protocolo, pero después cada municipio y club tiene otro. Estamos de acuerdo con todo lo que sea prevención y cuidado”, dice Mauro Silvestre, de Trebolense, en diálogo con Somos Vóley, aunque pronostica que el regreso no será antes de agosto.

En esa línea, José Luis Pecce, de Sonder, remarca la importancia de establecer una fecha certera de regreso a la normalidad para poder planear los entrenamientos. “Hay que ver si se puede adaptar (el protocolo) teniendo una fecha cierta de retomar la normalidad. Porque hay muchas cosas que son de trabajo individual y con el protocolo de seguridad se puede hacer un tiempo, pero volver a la actividad y tenerlos (a los jugadores) más de dos semanas haciendo un trabajo analítico en 4 metros cuadrados con una pelota, creo que no se va a sostener con el tiempo. Esperamos tener más o menos un horizonte cierto”, sostiene.

La otra pelea con la que la incertidumbre amenaza a las instituciones es la económica. Y aquí, todos lo clubes juegan con la misma camiseta. “Se bajaron socios y el club hace mucho esfuerzo para poder cumplir con los sueldos de los empleados”, cuenta Lorena Gongora, de Villa Dora, donde se impulsaron distintos beneficios para recaudar fondos, además de realizarse locros y polladas.

Trebolense, que armó un centro de internación en caso de haga falta para atender a potenciales enfermos de coronavirus (no está en uso, ya que no hay casos en la región), tuvo un declive en su cuota societaria de alrededor del 30%, una merma en su cuota deportiva y un recorte en los salarios de los empleados.

En tanto, desde Sonder prefieren ser cautelosos a la hora de hacer un balance: “Todavía no se puede hacer una evaluación sobre si hay muchos, pocos o ninguno que dejen la actividad porque estamos en un parate activo. Seguramente va a haber un cierto abandono de algunos grupos”.

A la espera de que el vóley vuelva, el ingenio está puesto a la orden de varias iniciativas para generar motivación en los chicos mientras los días transcurren entre cuatro paredes. Sumado a los planes de entrenamiento y las clases por videollamadas, realizan charlas con jugadores que salieron del club y que están jugando en el exterior o forman parte de la historia grande del vóley nacional, intercambian prácticas con clubes de otros países de la región como Brasil, Colombia, Perú y Chile. Incluso, realizan cursos o talleres por fuera del deporte, por ejemplo, de fotografía o cocina.

“Todo lo que estamos haciendo ahora está bueno, pero no es vóley”, asegura Silvestre, uniendo en sus palabras el sentimiento de todos los equipos.

Rocío García

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