Marcelo Méndez y lo que se viene en la Selección: “La vengo peleando desde hace mucho”

by Eugenia Candal
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No lo dice con todas las letras, pero se le nota. A punto de cumplir 54 años, Marcelo Méndez siente al mismo tiempo orgullo y responsabilidad. Y algo de tristeza. Desde octubre será el entrenador de la Selección argentina masculina de vóleibol, un cargo con el que habrá soñado desde que se consagró campeón de la Liga Argentina con River, en 1999, y para el que se viene preparando hace años. Pero le toca sustituir nada menos que a Julio Velasco, un ícono del vóley argentino que decidió alejarse del cargo para radicarse en Italia por motivos estrictamente personales.

Todavía en Belo Horizonte, donde llevó al Sada Cruzeiro a lo más alto del vóleibol mundial al punto de ganar 28 títulos oficiales en 36 torneos, entre ellos tres Mundiales de Clubes y seis Superligas brasileñas, Méndez habla con Clarín con suma claridad y un inocultable toque de portugués.

– ¿Pesa más la alegría, la responsabilidad o la tristeza, Marcelo?

– Hay de todo. Me toca suceder a Julio, que es un enorme entrenador. No lo voy a descubrir yo. Además es una gran persona, un gran maestro y profesor. Sucederlo es un honor, pero me siento con toda la confianza. Y en lo específicamente técnico, no debiera ser difícil sucederlo.

– En el ambiente del vóleibol había un enorme consenso sobre el nombre del próximo entrenador. ¿Por qué creés que es tu momento?

-No sé. Lo que sé es que la vengo peleando desde hace muchos años. Hubo que pelearla mucho, en el país y en el exterior, pero las cosas me fueron saliendo. Tengo confianza en que se puede hacer un buen trabajo. Dirigir la Selección es un sueño que tengo desde siempre. Ya había pegado en el palo en Brasil y en Polonia.

-¿Y en qué momento te encuentra?

-¿La verdad? En un buen momento. Pude cosechar mucha experiencia tanto en clubes como en selecciones. Dirigí equipos y selección en España y a clubes del mejor nivel en Brasil, donde todavía me aguantan…

-Es raro tomar una selección en el medio de un ciclo olímpico…

-Sí, en general se acuerda por un ciclo olímpico completo. Pero tocó así y lo asumo como tal. Igual se puede hacer un buen trabajo, más allá de los plazos. Mi acuerdo es por un ciclo olímpico y medio, hasta 2024.

-Aun estando afuera, siempre estuviste al tanto del vóleibol argentino. ¿Cómo lo ves?

-Mejor que en las últimas épocas. Argentina está produciendo buenos jugadores, como siempre, pero faltan algunas posiciones específicas, como la de opuesto. Es un problema de biotipo. Tuvimos buenísimos: Raúl Quiroga, Juan Carlos Cuminetti, Marcos Milinkovic, pero lo físico no nos ayuda. En eso estamos atrás. Tenemos buenos armadores, receptores-punta, no con gran potencia pero muy buenos, y hay buenos centrales.

-¿No es un techo muy marcado?

-Es que lo del biotipo se suple con otras cosas. Como el carácter y el trabajo. Creo que no somos menos que nadie y que podemos jugar de igual a igual con cualquiera. La idea es seguir mejorando lo que se viene haciendo. A eso vine, a aportar mi marca. No hay que poner el foco en lo que se hizo hasta ahora o en lo que quedó por hacer. Hay que seguir creciendo con la impronta de cada uno.

-¿Y el vóleibol brasileño? Parece que encontraron la receta para ganar siempre…

-Es como un fenómeno de la naturaleza. Tienen estructura, trabajo y talento. Ahora se están esforzando porque no tienen tanto como antes. Hicieron una peneira (en castellano un colador, un tamiz) de 500 chicos buscando altura: 2,02, 2,03. Hay empresas, sindicatos, clubes tradicionales. Aunque también hay grandes proyectos que duran dos o tres años y desaparecen. Las excepciones son Minas o Sada Cruzeiro. El vóleibol es el segundo deporte después del futbol. La última final de la Superliga brasileña, que se jugó un domingo al mediodía, tuvo una audiencia de 60 millones de personas. Y lo mismo pasa con el vóley femenino.

-En el vóley, como en el fútbol, hay técnicos que transmiten calma, otros que hablan lo justo y algunos hiperquinéticos. ¿En qué grupo te anotás?

-En el de los trabajadores, en el que lo dan todo en todo momento. Si hace falta ser hiperquinético lo seré. Lo que importa es ser idóneo.

-Por ahora sos “part-time”, no?

-Sí, pero no hay problema. Hasta octubre trabajaría con la misma pasión en los dos lugares. Cuando termine en Belo Horizonte me mudaré a Buenos Aires, aunque ya estoy coordinando desde aquí a gente de mi equipo que ya está en Argentina.

-Volvés al país después de mucho tiempo. ¿Será una mudanza familiar?

-Sí, la idea es volver con la familia. Tengo un hijo en Francia (Nicolás, de 25, voleibolista) y a mi esposa (María Livia) y otros dos hijos (Juan Manuel, de 21, y Pilar, de 12) en Brasil. Aquí trabajé mucho y dejé escapar mucho tiempo libre. Toca dejar este país que tiene cosas en común con el nuestro. Como buen país sudamericano tiene sus crisis y uno se acostumbra. Pero le estaré siempre agradecido porque me abrió las puertas. Ahora vuelvo a la Argentina, que también tiene sus oscilaciones económicas y sociales. Pero vuelvo con esperanzas…

-Te habrás planteado objetivos…

-La principal es entrar a los Juegos de Tokio 2020. Todavía no está definido el sistema de clasificación, pero seguro que será más difícil que hasta ahora. Por ahora los objetivos son la National League, la World Cup, el Sudamericano y el Panamericano. Pero más allá de los resultados, ojalá pueda contribuir a hacer crecer al vóleibol argentino y a sus jugadores.

-Esa es tu gran meta.

-Y un podio. Me gustaría que el vóley vuelva a un podio olímpico.

Fuente: Clarín

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